¿Qué es?
La isquemia crónica es la situación clínica caracterizada por un deficitario aporte sanguíneo a un determinado territorio de instauración progresiva.
¿Cuáles son sus causas?
La causa más frecuente implicada en su etiología es la arteriosclerosis obilterante que se manifiesta en forma de estrechamiento (estenosis) y/o trombosis arterial.
¿Quién puede padecerla?
La mayoría de los pacientes son varones mayores de 55 años con factores de riesgo aterosclerótico (fumadores, hipertensos, diabéticos, colesterol elevado, etc) aunque en los últimos años cada vez hay más pacientes jóvenes y del sexo femenino. El consumo de tabaco es el factor de riesgo evitable más frecuente en estos enfermos.
¿ Cuales son sus síntomas?
Por su carácter crónico la presentación clínica es progresiva, comenzando de forma insidiosa con alteraciones en la piel o en el crecimiento del vello o de las uñas para continuar con la sintomatología típica denominada claudicación intermitente y consistente en dolor en las extremidades inferiores después de caminar una distancia determinada que cede después de unos minutos de descanso apareciendo de nuevo al recorrer esa misma distancia En estadios más avanzados aparece dolor incluso en reposo y, si la enfermedad progresa, puede llegar a haber lesiones ulcerosas, necrosis e incluso gangrena franca.
¿Cómo se diagnostica?
En la mayoría de las ocasiones el diagnóstico se establece con la exploración física del paciente pero es necesario conocer con exactitud la repercusión de la enfermedad para lo que son necesarias algunas pruebas diagnósticas específicas entre las cuales las denominadas técnicas no invasivas y , concretamente, el exámen mediante Doppler contínuo son las indicadas en la valoración inicial. Sólo si se plantea alguna actitud quirúrgica será necesaria la realización de estudios de imágen entre los cuales la Angioresonancia magnética, el AngioTAC y la arteriografía con contraste son los más utilizados.
¿Cuál es el tratamiento?
El tratamiento dependerá del estadio clínico en el que se encuentre el paciente y de los resultados de las pruebas diagnósticas y podrá ser médico y/o quirúrgico. En las fases iniciales de la enfermedad (pacientes con claudicación a larga distancia) suele ser suficiente abandonar el hábito tabáquico, seguir una dieta pobre en grasas, evitar el sobrepeso, pasear diariamente con objeto de favorecer el desarrollo de pequeños vasos colaterales y controlar adecuadamente la tensión arterial y la diabetes si las hubiere. Estas medidas generales constituyen la parte más importante del tratamiento pero además es necesaria la utilización de fármacos; los más eficaces son los agentes hemorreológicos, los vasodilatadores, las estatinas y los antiagregantes plaquetarios. En fases más avanzadas (claudicación a corta distancia, dolor de reposo o presencia de lesiones tróficas), además de las medidas ya comentadas, es necesario plantear una actitud más agresiva, generalmente quirúrgica. Cada vez con más frecuencia las lesiones que causan los síntomas pueden ser tratadas mediante lo que se conoce como técnicas endovasculares (angioplastia, stent, etc), que suponen menos agresión para el paciente porque pueden realizarse en muchas ocasiones con anestesia local y de modo percutáneo ( “pinchando en la piel” o con incisiones muy pequeñas ). Otras veces será necesaria la revascularización utilizando técnicas de cirugía abierta o convencional mediante la realización de derivaciones o bypasses utilizando como injertos venas del propio paciente (generalmente vena safena) o material sintético (Dacron, PTFE). En casos muy avanzados o si fracasan los intentos de salvar la extremidad puede ser necesaria la amputación.
¿Cuál es el pronóstico?
Dependerá de cada caso pero, en términos generales, y puesto que se trata de enfermos con arteriosclerosis, la clave está en el control de los factores de riesgo y , sobre todo, en el abandono del tabaco.